Ermita de Santo Domingo de Silos

(Una ermita en el Camino Real de Aragón. Significado históricoreligioso)

Desconocemos cuando comenzó su edificación, pero la ermita de Santo Domingo de Silos era ya lugar de peregrinación en la Baja Edad Media, en consonancia con el desarrollo de una devoción profunda a dicho santo, difundida por Alfonso I de Aragón, el Batallador (1073-1134). A ella concurrían individualmente o en romería, para rezar o solicitar favores, gentes de diferentes pueblos del entorno castellanoaragonés (más incluso de este último). Tradición que se mantiene con Bello (Teruel), Castejón de Alarba (Zaragoza) y Embid (Guadalajara).

Pero su ubicación en la raya entre Castilla y Aragón, en la ruta que a la postre sería Camino Real (Maranchón, Tartanedo, Tortuera, Embid, Used, Balconchán, Daroca), y la devoción tan arraigada de la que gozó el santo benedictino, no sólo favoreció las romerías. Muy cerca de esta ermita se firmó en 1449 un importante acuerdo o Hermandad entre Daroca y Molina, en el paraje de “la monyequa” -en aragonés del siglo XV-, o sea en “el mojón”, para resolver algunas diferencias entre pueblos limítrofes de ambos reinos, Castilla y Aragón. A la postre, dicha hermandad es muestra -en el contexto de la instalación de la dinastía castellana de los Trastámara en Aragón (Compromiso de Caspe, 1412), por demás, al poco también en Navarra (1425)-, de cómo el terreno para la unificación con los Reyes Católicos (casamiento de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, en 1469), estaba muy preparado, culminando así todo un proceso que se mantenía vivo desde hacía siglos.

El Camino Real de Aragón, que unía Madrid con Zaragoza, discurría junto a esta ermita de Santo Domingo de Silos, antes de adentrarse en Aragón, para por Used (aduana), Balconchán (Venta de), Daroca y Cariñena, recalar en la capital aragonesa; y de allí a Barcelona o a cualquier otro destino. Es el camino más utilizado desde la segunda mitad del siglo XVI, y por más de dos siglos, por quienes desde Madrid se encaminan a Zaragoza (y a la inversa), lo mismo que por los extranjeros que, llegados a Barcelona por tierra o mar, tienen como destino definitivo o intermedio la capital del Reino.

A decir de algunos viajeros es más corto que el Itinerario Antonino, de Caesar Augusta (Zaragoza) a Emérita Augusta (Mérida), hasta entonces utilizado prioritariamente; también menos accidentado, es decir con menos posibilidades de vuelco. Pero quizá convenga recordar que el desarrollo ganadero en los siglos XV y XVI (el Señorío de Molina llegó a tener unas 400.000 cabezas de ganado, según Lucio Marineo Sículo, siendo muy reconocida la calidad de sus lanas), contribuyó a su modo al desplazamiento del clásico camino de la calzada romana hacia la Meseta, que seguía el curso del Jalón; aunque éste, por Calatayud y Medinaceli, también se siguiese utilizando, bien que en menor medida. Y no es raro que, en ocasiones, se combinase la ida por uno, y la vuelta por otro, en función de las circunstancias y los intereses de los viajeros.

Algún viajero da cuenta en sus crónicas de viaje de que esta ermita es lo primero reseñable que contemplan al acceder a Castilla desde Aragón. El holandés Henrique Cock, por su parte, que acompaña a Felipe II (1585) en su viaje a Monzón (Huesca) para celebrar Cortes, refiere así su paso por estas tierras:

  “Dexando desa manera á las espaldas la villa de Tortuera pasamos Embid, el postrer lugarçillo del reino de Castilla, una legua de Tortuera, y de allí nos llevó el camino por tierra despoblada y sierras estériles hasta Torralva de los Frailes, por sobrenombre, el primer lugarçillo del reino de Aragon, en el cual quedamos tres días aguardando a Su Majestad”.

Diferentes testimonios aluden a cómo los reyes, al cruzar la línea divisoria entre ambos reinos, ubicada a un km de esta ermita, eran recibidos por los jurados y Justicia de Aragón, como de hecho acaece con Felipe II, a quien se rinde homenaje. Las fiestas y bailes en su honor, y en ocasiones hasta los toros, mayormente se reservaban para Daroca -la población más relevante en la que se recalaba desde el paso por Guadalajara capital-, reconocida por ser también la Ciudad de los Corporales.

Para completar la información sobre la ermita y la devoción al santo:

LUENGO MARTÍNEZ, León, Cancionero de Santo Domingo de Silos, patrono de la Villa de Embid, con una Memoria de su Santuario, Molina de Aragón, Imprenta Larrad, 1926 (edición facsímil de la Asociación Cultural Castillo de Embid: Guadalajara, Aache, 2005).